viernes, 16 de julio de 2010

39 (years old) "El Toro"











39... 39 escalones, 39 es una canción de Queen, 39 es el prefijo telefónico de Italia, y 39 es "El Toro" en los números de sorteo de la ONCE (cambio el "Perro" por el "Toro"). Y es que cumplo 39 años. Hace exactamente eso, tal día como hoy, a las nueve de la mañana (madrugador) vine a este mundo mundial y a "este país" que "ama a la Roja". 39. Casi una losica. Además es mi segundo santo (vamos a tener que ir celebrando eso, y a no confesar alegremente la edad. Bueno, ya lo hago :) )
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En fin, veremos como se da el día... el primer día de mi último año como treintañero.

lunes, 12 de julio de 2010

El día en que (por fin) ganamos un Mundial de fútbol


Un día que no olvidaremos.

11 de Julio de 2010. Un día, al fin de alegría, que aunque no libre de los pesares cotidianos de tantos, al menos alivia un poco...

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Particularmente, el fútbol, que tan mal se ha portado conmigo en el pasado (hace un mes y pocos días, sin ir más lejos, según relataba en este blog) daba ayer una alegría. Por motivos de super

Era justo que 60 años después del primer mundial (donde España no participó), y pese a la importancia de nuestra liga, de nuestros clubes, de muchos jugadores nacionales a lo largo del tiempo, no teníamos nada. Arrancamos en la Olimpiada de Amberes en 1920, con Zamora de portero ("1-0 y Zamora de portero", decían entonces), donde nació la Furia Española (recuerdo del histórico saqueo de la ciudad por las tropas españolas), con aquella frase mítica: "Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo.". Luego vino el gol de Zarra a la Inglaterra de Sir Stanley Matthews (el longevo jugador al que dediqué una entrada en este blog), que pocos pudieron disfrutar, salvo por la radio (en la voz de Matías Prats padre) o el No-Do, y que nos metía entre los cuatro primeros de un Mundial, el Mundial de 1950, en Brasil, el del Maracanazo.

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Vino el gol de Marcelino en la Eurocopa de España (1964) a la URSS (España vestía de azul, como ayer). Luego, fracaso, tras fracaso, prácticamente (salvo el oro de la Olimpiada de 1992) hasta la Eurocopa de Suiza-Austria de 2008, con el gol del "Niño" Torres y el "abuelo" sabio, Don Luis Aragonés (inventor del nuevo estilo de la selección).

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Ayer estaba en La Manga. Era el cumpleaños de mi hermana. Por la mañana temprano salimos hacia Cabo de Palos, a comprar unas tartas. Era el día de la ilusión. La Gran Vía de La Manga plagada de edificios repletos de banderas rojigualdas. Hasta un coche rojo había sido pintado para la ocasión(se notaba) con una franja amarilla. Sonó el "Waving flag" (otro himno del mundial, junto al "Waka waka") en la radio. Recordé cuando era un crío y nos tuvimos que conformar con ver una final entre Italia y Alemania en nuestro propio Mundial, y celebrar los goles italianos y las paradas de Dino Zoff. Cabo de Palos parecía una fiesta. Gente de todas las edades con camisetas de España, con banderones sobre el hombro, como si se encaminaran al estadio. Casas con banderas. Un conocido restaurante tenía su particular terraza de verano engalanada con los colores nacionales y un cartel "Restaurante El Mosqui: Hoy Final Holanda-España. Reserva ya tu mesa para el gran día."

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A las 7 de la tarde saqué mi camiseta de España, comprada tras la semifinal contra Alemania (agotadas poco después), me la puse con la esperanza de ver un triunfo español en una final mundialista, pero con "la mosca tras la oreja". Saqué de la maleta mi bandera española, la que adquirí para el encuentro inaugural de La Nueva Condomina (España-Argentina, que rima y todo). Le puse su mástil y la coloqué ondeando al "viento fuerte de levante" en una esquina de la terraza playera.

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Sufrimiento en familia, ni siquiera pude cenar. Una espléndida tortilla de patatas encima de la mesa del salón esperaba que pasaran los nervios. Primera parte, nada, segunda, nada, prórroga... Los holandeses, renunciando a su historia, demostraban poco "fair play" (lo de tirar a puerta haciendo como que te ceden el balón, o devolverlo "deportivamente" desde campo propio al banderín de córner contrario) se empeñaban en repartir leña (con Van Bommel y el karateka De Jong al frente). El árbitro, el señor Webb (que pasará a la historia de los más nefastos y vergonzosos arbitrajes de las finales, y a la selección como en su día fueron Bambridge -gol de Míchel a Brasil en México 86- o Al Ghandour -Corea-) quería dialogar (supongo que en su trabajo no será tan dialogante), perdonaba tarjetas a los naranjas, que además lo protestaban todo. En el cuerpo tenía (teníamos) una losa. El "Santo" Casillas apareció en los momentos clave, salvando goles de forma increíble. Cuando todo parecía que se abocaba a los, para España, casi siempre malditos penaltis, apareció la jugada, el Niño, el gran Cesc, y el humilde y genial Andrés Iniesta. Gol con generosa dedicatoria al malogrado compañero del club rival, Dani Jarque. Mis sobrinas con sus caras pintadas (3 y 5 años) se acababan de ir a dormir ( o eso parecía). Me levanté del sillón, corrí como un poseso. Grité: "Siiiiiiiiiiií". Agarré la bandera. Comtemplé el festorrio de mis vecinos (pantalla gigante incluída en la urbanización). Los coches por la Gran Vía. Abrazos con mi hermana, cuñado, padres, alegría, aplausos al recoger la Copa...

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Gracias, nunca se olvidará.